miércoles, 11 de septiembre de 2013

Tengo una libreta que también es tuya.

Tengo una libreta que marca un antes y un después.
Por fuera está hecha de cielo y en él vuelan mariposas; y por dentro tiene páginas escritas y unas cuantas arrancadas.
Ya he dicho que marcaba un antes y un después.

También tiene garabatos hechos por nosotros y letras de canciones lentas. Y en la parte de atrás una especie de subcarpeta donde guardo las cartas que nos escribíamos al principio. Y la llave roja de tu corazón de cartulina. Y de portada, una foto nuestra, besándonos. Así, mal hecha. Como los canis. Pero encuadrada, eso sí. Y yo tenía puesta una sonrisa y tú estabas concentrado. Y abajo anoté la fecha del primero de esos, pensando "desde aquí hasta..." y lo veía lejos. Y mira.

Y me sentía gigante pero no; me sentía completa, pero no. Hasta que nos sentamos junto a un olmo, cada uno mirando hacia un lado. Era de noche y vinieron las estrellas, pocas veces se ven. Y te levantaste. Y recogiste tu mochila para irte y se te olvidó avisarme. Y cuando me di la vuelta ya estabas lejos y no pude desatarle el nudo a mi bici y me quedé allí volando una cometa.

Después me entró alivio y rabia. Y entre otras cosas, me dí cuenta de que no nos conocía.

Desde entonces no volví a compartir asiento con nadie al lado de ningún árbol ni tampoco volé cometas por causas: abandono. Pero encontré mi estrella, y ahora voy tras ella como te pasó a ti aquella noche.

Encontré mi estrella.
Mi estrella.
Está ahí.
Todos los días ando (canto) un poco.
Todos.
Mi estrella.

Perdí el rumbo y te perdí a ti para encontrarla.
Es ella.

Aún no lo entiendo.
En general, entiendo pocas cosas.
Pero mírala, es tan bonita.
Así que, a pesar de ti y y lo demás: gracias.

Todo el mundo, tarde o temprano, encuentra su estrella.
Pero no todo el mundo tiene una libreta.
No todo el mundo tiene la suerte de encontrarse con una libreta.

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