sábado, 15 de junio de 2013

Misiva.

Mi próximo amor será epistolar;
por eso parece
que no llega.

Y usaremos el lenguaje.
Y nos leeremos en los cuentos.
Y nos encontraremos en las páginas.

Nos acariciaremos en la marca de la tinta
y las palabras se emborronarán cuando lloremos,
echándonos 

de menos.

Mi próximo amor será epistolar;
y no tiene prisa.

(ding dong):
«Cartero».

domingo, 2 de junio de 2013

Casi Siddharta.

Iba caminando como si nada. Como hacía las cosas últimamente, como guiada por la corriente, por lo que hay que hacer. Sin cuestionarse por qué caminaba sin ilusión, aceptando esa conducta muy rara en ella ya que, seguramente, si se interrogaba así misma, encontraría varias razones para cambiar de dirección e incluso de intensidad; se pondría a correr, luego pararía para caminar muy lento, más tarde retomaría el paso... Y la rabia hizo que ocurriera algo justo en ese momento; un pensamiento apareció de la nada seguro que era prematuro y a la vez llevaba bastante tiempo gestándose y de repente paró en seco. Se detuvo en mitad de la calle, justo donde se quedó, cerca de un carril bici, qué recuerdos hoy iba a pie, quién sabe por qué miró al suelo, miró al cielo, se enfadó con ambos. Con el suelo por permitir dejarla ir tanto tiempo a pie y no empujarla hacia arriba; y con el cielo por no cogerla al vuelo, por no darle la mano y ayudarla a subir y a levantarse. Después hizo como si mirara al Universo a los ojos, como si pudiera ver todas las vidas del mundo, la vida de Dios, la vida de ella y la vida misma. La definición de vida, lo que es la vida para las plantas, lo que pensarían los peces que es vida y lo que pensaría la vida que es ella misma y después, cómo la ven los demás. Se enfadó más. Miró desafiante y herida por dentro a los ojos que ella se imaginaba que serían del Universo y lo miró con rencor mierda, pensaba que ya había superado eso, pues no. ¿Cómo era la frase? ¿De vez en cuando hay que remover el clavo para ver si aún es capaz de sujetar el cuadro...?

La rabia le hizo gritar, y a la ira que es y era tan ciega no le importó que hubiera gente alrededor, ni que los ciclistas que iban con prisa escucharan cada una de sus palabras ni que las señoras se pararan a mirar. Aunque a una persona como ella, que había perdido la fe en lo que creía que creía, lo único que le importaba era deshacerse de aquellos sentimientos que no le dejaban caminar en paz. Quería mirar de frente a todo lo que no le permitía avanzar. Que la miraran otros ojos desconocidos y sin ningún valor para ella, era lo de menos.

¿POR QUÉ? ¿EH? ¡¿POR QUÉ, CUÁNDO Y CÓMO?! Estoy tan harta de ti... Estoy tan cansada de descifrarte. Estoy tan sumamente agotada de esperarte haciendo como que te entiendo y esforzándome por respetar todo lo que haces… No puedo más. ¿POR QUÉ NO MUEVES FICHA? ¡¿POR QUÉ NO ME AYUDAS?! ¿Por qué noto como si llevara una losa pegada a la espalda? ¿Por qué no me la quitas? O mejor, tú que eres tan didáctico, ¿por qué no me enseñas a saber quitármela yo?...
NO, no… siguió vociferando No mires para otro lado cuando te estoy hablando. Mírame a la cara, mírame a los ojos. Siempre te estoy atendiendo, o eso intento. Ahora atiéndeme tú a mí. En ese momento, se puso a llover. Tan fuerte, que las señoras se fueron gritando “oy, oy” porque se les mojaba la bolsa de la compra Genial, y ahora te pones a llover. No me cambies de tema. Antes hubiera salido corriendo despavorida, como esas señoras, por no mojarme el pelo, pero ahora me da igual, de hecho no me he traído el paraguas, porque eres tan imprevisible que vas a llover cuando menos me lo espere qué difícil es hacerle cambiar de opinión a alguien que ha perdido gran parte de las creencias que le mantenían en pie—.

¿Y ahora qué vas a hacer? continuó con un tono irónico— Me estoy mojando esperando respuestas. Aquí me tienes. He cambiado las preguntas mil veces, por si acaso. ¿Qué, tengo que esperar una señal o me voy ya a casa? Me imagino que las envías por correo postal no urgente. Un consejo, si quieres que la gente no pierda la esperanza o la fe en ti, mejor no tardes tanto en hacer llegar lo que es para nosotros. Aunque con esta lluvia que te estás montando seguro que al llegar a casa me has dejado un dibujito de humedad en la pared, así con la cara de un hombre al que no voy a saber asociar con ningún muerto. Soy demasiado joven. Baja los hombros como sabiendo lo inútil de su monólogo y va desistiendo hasta mostrarse tierna y un poco vulnerable En fin.

Al despotricar se me van las ganas de odiarte le confiesa al que creyó su enemigo por un momento Por lo menos cuando he querido hablar contigo has estado ahí, como ahora. En realidad todo esto es tristeza, estoy muy triste porque no sé por dónde seguir, ni hasta dónde llegar, ni qué es lo bueno para mí ni lo que no. Sólo quiero seguir mi camino, pero a veces me veo sola en esto, no te siento cerca, no entiendo tus señales ni el por qué de todo lo que haces. Me gustaría que las piedras que tiras a mi ventana fueran un poco más grandes, o más sonoras. O simplemente tíralas cuando yo esté dentro y así me daré cuenta. Tengo mucho para dar al mundo y quiero me facilites el camino, quiero que me ayudes porque no sé cómo hacerlo. “Sí sabes cómo” me dirás, pues justo ahora no lo veo. “Lo verás”, seguirás diciendo, quiero verlo ya. Se me está haciendo eterno y me da la sensación de que mi vida es una continua espera. Cuando todo suceda más rápido no sé si podré digerirlo. Quiero que me prepares para mi vida. Quiero que me envíes todas las pruebas que creas que necesito, pero no me dejes aquí parada. Acompáñame.Se acordó de algo— Ah, se me olvidaba; y no dejes que nos interrumpan a los que tenemos para dar, ni que nos hablen muy alto mientras estamos arreglando el mundo. Somos muy decididos y no nos harán cambiar de propósito, pero también somos muy blanditos... Miró al cielo y agachó la cabeza para referirse al suelo, les pidió perdón por haberse enfadado con ellos. No hubo ninguna señal, no pasó ningún conductor en coche ni le dio una palabra clave ni ninguna señora de las que quedaban por allí le dijo nada que le cambiara radicalmente la vida. Nada. Y cuando decidió volver a casa con el desencanto que la envolvía, escuchó una vozuna voz rara que le dijo: 

Muy bien, joven. Ahora pregúntate lo mismo delante al espejo. Si puede ser, mirándote a los ojos.